Colombia en busca de paz
¿Realmente la está buscando? Una Colombia que busca la paz, pero que realmente no la promueve. La población colombiana (o la mayoría), está sumergida en ideas que no les permiten despertar. Un anhelo que después se convirtió en una petición y que ahora es una exigencia: "¡Paz! ¡Paz!".
Entre el dolor y el sufrimiento se distinguen las quejas y lamentos, un país que ha sufrido tanto y que aún sigue sufriendo, pero también se perciben las acusaciones, la culpa que recae en los demás. La responsabilidad que debería adquirir cada ciudadano es justificada y arrojada a alguien más, y como una cadena sin fin la generalización de las excusas termina por volverse un credo: "porque nunca será mi culpa, todo es culpa de..."
Aun ahora el concepto de paz es referido como la inexistecia de conflictos mayores y de guerras, pero la paz es más compleja, más propia, más íntima. El odio y el rencor manchan esos hermosos colores: amarillo, azul y rojo.
La paz no depende de una sola persona, ni de propuestas, ni de promesas, la paz no se compra en otro país y mucho menos se puede exigir. El dolor de la familia colombiana, que continúa creyendo que no lo logrará, pero miran al cielo pidiendo paz y miran al suelo sintiendo rencor, empuñan sus manos sin compasión y se rehúsan a pedir y aceptar el perdón.
La paz que anhelan es prisionera de sus propios pensamientos, no será libre, no mientras alguien más tenga la culpa, no mientras el perdón no sea una opción, no mientras se crea en una Colombia con paz como resultado de la facilidad, no mientras exijan la paz mientras la ahuyentan.
El grito constante de necesidad: ¡Colombia quiere paz! ¡Colombia busca paz! debe ser replanteado una vez más, dispuestos a luchar, no contra otros sino contra el propio ser. Mirar al cielo, mirar al suelo, y pensar, y pensar: ¡Deseo paz! ¡Entregaré paz! ¡Vivire en paz!
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